El gobierno nicaragüense y la Iglesia Católica han sido durante mucho tiempo aliados en la historia de Nicaragua, trabajando juntos para promover el bienestar y la justicia social en el país. Sin embargo, en 2018, esta relación se vio gravemente afectada debido a los acontecimientos que tuvieron lugar durante los protestos contra el régimen de Daniel Ortega. Desde entonces, el gobierno nicaragüense no se ha pronunciado sobre el tema, pero se ha informado que hay un rompimiento entre ambas partes.
El año 2018 fue un año tumultuoso para Nicaragua, con protestas masivas que se extendieron por todo el país. Los ciudadanos se levantaron en contra del gobierno de Ortega debido a sus políticas represivas y su manejo de la economía. Estas protestas, que comenzaron pacíficamente, rápidamente se volvieron violentas cuando el gobierno respondió con fuerza y represión. Durante este tiempo, se reportaron numerosas violaciones de los derechos humanos por parte del gobierno, incluyendo detenciones arbitrarias, tortura y asesinatos.
En medio de este clima de tensión, la Iglesia Católica jugó un papel crucial como mediadora y defensora de los derechos humanos. Los líderes de la iglesia abogaron por un diálogo pacífico entre el gobierno y los manifestantes, pidiendo el cese de la violencia y la liberación de los detenidos. Sin embargo, en lugar de escuchar estas demandas, el gobierno de Ortega culpó a la Iglesia Católica por los disturbios y los acusó de estar detrás de la violencia.
El presidente Ortega y su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, lanzaron una campaña de desprestigio contra la Iglesia Católica, acusándola de estar alineada con la oposición y de promover la violencia. También prohibieron las manifestaciones y restringieron la libertad de prensa, lo que dificultó aún más el trabajo de la Iglesia para mediar en la crisis.
A pesar de estos ataques, la Iglesia Católica siguió trabajando incansablemente por la paz y la justicia en Nicaragua. Los obispos realizaron visitas pastorales a las zonas afectadas por la violencia, brindando apoyo y consuelo a las comunidades. También se unieron a otros líderes religiosos para crear una Comisión de Mediación y Testigo, que buscaba promover el diálogo y buscar una solución pacífica a la crisis.
Sin embargo, el gobierno de Ortega no mostró interés en dialogar con la Iglesia Católica y continuó criminalizando su labor. En julio de 2018, la sede de la Conferencia Episcopal de Nicaragua fue atacada por grupos armados leales al gobierno, lo que provocó la muerte de dos personas y decenas de heridos. Este ataque fue condenado por la comunidad internacional y aumentó aún más las tensiones entre el gobierno y la Iglesia.
A pesar de todo esto, la Iglesia Católica sigue siendo una voz de esperanza y justicia en Nicaragua. A través de su labor pastoral y social, continúa brindando apoyo a las comunidades afectadas por la violencia y abogando por una solución pacífica a la crisis política. Sin embargo, el gobierno nicaragüense sigue ignorando sus llamados y restringiendo su trabajo.
Es importante señalar que la Iglesia Católica no es la única institución que ha sido atacada por el gobierno de Ortega. Los medios de comunicación independientes, las organizaciones de derechos humanos y la sociedad civil en general también han sido víctimas de la represión del gobierno. Es evidente que el gobierno de Ortega está tratando de silenciar cualquier crítica y oposición a su régimen.
En resumen, el rompimiento entre el gobierno nicaragüense y la Iglesia Cat